Con el futuro en mis manos me levanté y vi como las marionetas se entregaron a la garra y cuerda de un ser desconocido. Los maniquíes bailaban de un modo lúdico. Juguetón, pero con una sapidez oculta de envidia amarga y odio avinagrado. El titiritero era una criatura colosal, fuerte y misteriosa como un mar de árboles milenarios. Sus colmillos tan afilados y amenazantes como una ola de cuchillas oxidadas.
Formando una sonrisa tan pícara y desvergonzada que solo podré describirla como prohibida y libre de pavor. Sus ojos eran como remolinos hipnotizadores que no parecían terminar. Un tercer ojo sobresalía como una llaga podrida en la frente de la bestia y penetraba el alma de todas sus vícti...